Esa dimensión espiritual
Sea que lo hago en una conferencia para cinco o quizá para 500 personas o que la audiencia está formada por jóvenes estudiantes, por operarios de planta o por ejecutivos de alto nivel, igual muchos se sorprenden cuando al final de mi presentación les sugiero que le pidan a Dios que los ayude en lo que sea que quieren lograr. De hecho, muchas caras demuestran su desconcierto cuando recién lo escuchan. Pero pasada la sorpresa inicial, esas mismas caras invariablemente se iluminan y aparecen muchas grandes sonrisas. El espíritu general de la sala cambia y la gran mayoría de las personas me dicen con sus gestos y expresiones que están de acuerdo, que ellos también creen y también tienen fe.
¿Qué me anima a hablarle a personas que no conozco de cerca sobre un tema tan delicado como la fe? ¿Por qué me atrevo a hacerlo cuando se supone que estamos hablando de temas de trabajo?
Creo que lo hago (y lo he hecho por más de 20 años) porque mi trabajo me lleva a relacionarme con personas que están pasando un momento complicado en sus vidas o que están buscando crecer profesionalmente y he aprendido que en esos momentos muchos viven de cerca esa dimensión humana que nos pide creer en algo más grande que nosotros mismos. Pero también porque muchas veces en el mundo del trabajo dejamos de lado esa misma dimensión y nos olvidamos de la fe y de nuestra espiritualidad, sean estas como las definamos, siempre muy personalmente cada uno de nosotros. Muchos tendemos a separar nuestra vida en distintos casilleros, donde lo profesional y lo espiritual no se mezclan para nada. Y al dejar lo vinculado al espíritu fuera casi por completo, nos restringimos a vivir el trabajo o los negocios en un mundo muy “real” , pero es también muchas veces poco humano y casi hostil.
En sesiones uno a uno, cuando hablamos de fe, algunos me preguntan ¿qué tendrá que hacer Dios con manejar mejor mi carrera o mi empleabilidad, conseguir un nuevo trabajo o ser mejor líder? ¿Acaso Dios se ocupa de eso? O también he escuchado decir ¿cómo espero que Dios se dedique a mis temas cuando hay tantas cosas más importantes sucediendo en el mundo? Y por supuesto ¿por qué Dios me escucharía ahora si antes nunca lo busqué? Quizá por todo eso mismo es que me animo y muchas veces les sugiero a esas mismas personas que le pidan a Dios que los ayude. De hecho, no soy en absoluto una experta en estos temas, pero lo que sí he visto muchísimas veces es que casi todos sin excepción se sienten más esperanzados y fortalecidos cuando se conectan con su fe. Y eso quizá porque somos personas más completas cuando vivimos sin miedo nuestra conexión con esa esencia que algunos llaman alma.
Algo que me sigue sorprendiendo -muy gratamente- es que son muchas las personas que uno conoce en el mundo del trabajo que son muy espirituales y que viven conectados con su fe -sea cual esta sea- aunque de hecho pocos son los que lo dicen en voz alta, incluyéndome a mí. Y eso quizá sucede también porque como empresarios, líderes o jefes tendemos a dejar poco espacio a la espiritualidad y en general hacemos poco por incorporarla al día a día de nuestro trabajo, o al de nuestra gente.
Quizá este sea un reto enriquecedor para muchos para el año que viene. Yo por mi lado, así me lo he propuesto… y le he pedido a Dios que me ayude a lograrlo.
Fuente: Inés Temple – Diario EL Comercio
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